Writen by
Hilda Strauss
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La historia de las islas flotantes es tan antigua y misteriosa, que no se sabe realmente de dónde viene. Una historia de marineros y viajeros tan sublime como los libros sagrados y que es nombrada en varias ocasiones en las Sagas de Islandia o en los escritos de Allan Poe. De islas flotantes también se ha hablado en Grecia, en Italia, en Terranova de Canadá, en Groenlandia, en Islandia y Escocia. Incluso en películas recientes, como Avatar.
A estas
mismas islas se les ha nombrado como las Islas de las Hadas y en Irlanda
existen historias de las islas flotantes y de países aéreos de las hadas.
Historias tan bellas como la nación Tir Nan Og, que existe en los mundos
paralelos, la tierra en la que nunca pasan los años.
Existen en las
narraciones dos tipos de islas flotantes, aquellas que flotan en el aire y
sobre el mar, y las evanescentes, que son aquellas que se encuentran en el agua,
pero que aparecen y desaparecen súbitamente.
¿Realmente
existen las islas flotantes? Para los maestros conscientes no tienen ningún
misterio, pues en la dimensión astral es la modalidad en la que se encuentran
los templos sagrados, siempre elevados del suelo, a varios kilómetros de la
superficie, como está parte de la Shamballa en el desierto de Gobi entre China
y Mongolia; como están algunos templos de la selva amazónica en Perú, Colombia,
Venezuela y Brasil; como se encuentran algunos en México y Guatemala, mucho
antes de la aparición de los mayas; y como están algunos en la isla de Baffin
en Canadá, o en frente de las costas de Tasilaq en Groenlandia.
Las islas
flotantes están muy relacionadas con los polos. En el Polo Norte están las
historias de las islas circulares en torno a la gran entrada del cielo, de
donde nacen las crónicas del Padre Navidad, al norte de las islas rusas de
Francisco José y en el Polo Sur, en la Antártida, existe la misma historia, al
sur de la tierra de la reina Maud, entonces, se habla de la Tierra de las
Custodias, de las islas en aros flotantes, elevadas sobre los vórtices polares.
La mayoría de
narraciones que hablan de las islas flotantes, como los relatos auxiliares de
la Edda vikinga, están escritos en
código o clave, pues en épocas pasadas era realmente peligroso hablar de
ciertos temas, existían poderes religiosos siniestros que agredían a la gente
que pensaba distinto. Afortunadamente, ahora las cosas han cambiado y hablar de
estos temas resulta más fácil.
Para la
mayoría, las islas flotantes están relacionadas con el mar, pero, a diferencia
de muchas creencias, las islas están realmente fijas en un lugar específico, no se
trasladan, al igual que en nuestra tercera dimensión. Son pequeñas áreas de
apariencia física, que están suspendidas en el espacio de manera permanente y
regidas por las leyes de la dimensión del tiempo. Pueden ser tan visibles o
invisibles como el nivel de conciencia que pueda tener el posible observador. Para
un clarividente, por ejemplo, la observación del fenómeno es algo normal.
Las islas
flotantes son un tema bellísimo que está relacionado con la Atlántida, con los
escritos de Platón. Son, de hecho, las mismas Islas de las Siete Ciudades que
los exploradores buscaban en el siglo XVII y a las que denominaron Mayda y
Paititi en el Atlántico. Cristóbal Colón recibió referencias de las islas
flotantes por los árabes y los hindúes en las copias de los mapas de Piris Reis,
y en ellos tenían ubicadas las islas con sus respectivos nombres.
En este tema
hay mucha historia, están los “horizontes invisibles” de Vincent Gaddis, está
la octava isla canaria de Brandán, o los espacios de acceso al tiempo de Peter
Pan, tomados en el concepto de su creador James Barrie de las Sagas de la Tierra
del Hielo, y de los cuentos sobrenaturales de la Escocia antigua. Es un tema
hermoso de la Edda, de las hadas, de
las entradas al mundo invisible, de la hiperbórea y, sobre todo, de la misión
espiritual humana.
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