Writen by
Hilda Strauss
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La mayoría de
las veces, cuando se habla del astral se piensa que solo una persona que acaba
de morir puede acceder a él, pero realmente no solo se limita a quienes
desencarnan, no es la única forma de despertar conciencia.
Tal vez todos
hemos oído hablar acerca de la “luz al final del túnel”, aquella sensación que
se presenta en personas que enfrentan situaciones extremas o mortales. Bueno,
pues esto realmente no es una ocurrencia; es, de hecho, una sensación astral.
Las
sensaciones astrales son muy complejas, tienen muchos otros elementos que no
tienen las materiales. En el caso del túnel, por ejemplo, la sensación es de
blancura, de tranquilidad, de luz. La impresión es múltiple y variada, y
depende mucho de cada quien. Muchas personas dicen sentir la presencia de un
familiar, olores o fragancias peculiares y hasta algunas tan específicas como
que todo es tan suave como la seda.
Los
comentarios son miles y no existe una forma estandarizada de percibir el mundo
astral. Quien muere violentamente, por ejemplo, puede despertar conciencia de
manera momentánea, registrar en tiempo real todo el episodio de la muerte, ver
todo y sufrir de alguna forma por la angustia y el llanto de los demás. Esta
persona desearía decirles a sus seres queridos que todo está bien, que es un
proceso normal de tranquilidad y de libertad; pero, obviamente, no lo puede
hacer, debido a las leyes claras y precisas del astral.
En este
proceso, el que desencarna se queda por algunos días “pegado a la situación de
llanto y tristeza” de los vivos, se frena un poco su proceso, se detiene
alrededor de sus seres queridos, hasta que finalmente logra superarlo. En ese
momento se libera y comienza una experiencia distinta, en la que se concentra
más en la desencarnación y en lo que debe experimentar antes de tomar cuerpo de
nuevo.
Pero la
cuarta dimensión o el astral no es la dimensión de la muerte, es un plano que
existe en todas partes, constantemente e infinitamente, y nosotros podemos
acceder a él a través de la meditación o del desdoblamiento.
Ambos
conceptos podrían confundirse, pero realmente son procesos distintos. En el
desdoblamiento, cuando la persona se acuesta y se relaja, deja la conciencia en
alerta para transferirla a los otros cuerpos del astral. En cambio, en la
meditación pueden ocurrir dos situaciones: una en la que, por ejemplo, los
grandes maestros, sin necesidad de desdoblarse, tienen la capacidad de ver a
distancia, de percibir el astral como a través de una ventana y, en algunas
oportunidades, solamente por este hecho, son vistos en otro lugar del mundo. Un
momento en el que pueden ver imágenes y situaciones del astral, pero en el que
siguen presentes y alerta a la tercera dimensión.
En el otro
caso, en estado de meditación, es posible desdoblarse o llevarse la conciencia
al cuerpo astral. Algunos seres muy especiales revibran su cuerpo físico por
instantes en la coordenada del tiempo y lo desaparecen del mundo físico, pero
para esto se requieren condiciones muy especiales de evolución.
Volviendo al
proceso del desdoblamiento, nos preguntamos: ¿qué hacemos en ese instante
cuando transferimos nuestra conciencia? El avance o movimiento depende mucho
del nivel de miedo que tenga la persona en ese momento, pues, muchas veces,
cuando logra desdoblarse no consigue avanzar con facilidad. Esto se debe al
físico miedo que le genera aquello que está viendo, los colores y leyes tan
distintas de la cuarta dimensión. Es como si, por ejemplo, a una persona sin
ningún entrenamiento o preparación la bajaran de una nave Discovery y se esperara
que pudiera moverse con calma en el vació del espacio. Lo más probable es que,
por el miedo, ni se acerque a la puerta.
Cuando se
está desdoblado, los límites del espacio y del tiempo son muy distintos, puede
que en un instante esté en el cuarto viendo su cuerpo dormido en la cama, que
en otro esté en Barranquilla y en el siguiente en España.
Como lo
comentamos antes, las sensaciones del astral son muy distintas, ya que, a pesar
de que sigue viendo las mismas cosas de la tercera dimensión, su cama o la
mesa, cada persona y elemento emana un aura que en el astral se puede ver con
toda claridad. Es tan increíble ese juego de colores y de imágenes, que a veces
es confuso, se acaban las fronteras y las paredes divisorias de las casas y de
los apartamentos. En ese momento, es necesario ser detallados y quisquillosos,
porque es fácil confundir a las personas por sus energías.
En este orden
de ideas, el asunto es complicado y a la vez bellísimo, pues nunca estaremos
del todo preparados para lo que es posible ver y sentir en el astral.
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