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viernes, 18 de marzo de 2016

Entrar al astral




La mayoría de las veces, cuando se habla del astral se piensa que solo una persona que acaba de morir puede acceder a él, pero realmente no solo se limita a quienes desencarnan, no es la única forma de despertar conciencia.

Tal vez todos hemos oído hablar acerca de la “luz al final del túnel”, aquella sensación que se presenta en personas que enfrentan situaciones extremas o mortales. Bueno, pues esto realmente no es una ocurrencia; es, de hecho, una sensación astral.

Las sensaciones astrales son muy complejas, tienen muchos otros elementos que no tienen las materiales. En el caso del túnel, por ejemplo, la sensación es de blancura, de tranquilidad, de luz. La impresión es múltiple y variada, y depende mucho de cada quien. Muchas personas dicen sentir la presencia de un familiar, olores o fragancias peculiares y hasta algunas tan específicas como que todo es tan suave como la seda.

Los comentarios son miles y no existe una forma estandarizada de percibir el mundo astral. Quien muere violentamente, por ejemplo, puede despertar conciencia de manera momentánea, registrar en tiempo real todo el episodio de la muerte, ver todo y sufrir de alguna forma por la angustia y el llanto de los demás. Esta persona desearía decirles a sus seres queridos que todo está bien, que es un proceso normal de tranquilidad y de libertad; pero, obviamente, no lo puede hacer, debido a las leyes claras y precisas del astral.

En este proceso, el que desencarna se queda por algunos días “pegado a la situación de llanto y tristeza” de los vivos, se frena un poco su proceso, se detiene alrededor de sus seres queridos, hasta que finalmente logra superarlo. En ese momento se libera y comienza una experiencia distinta, en la que se concentra más en la desencarnación y en lo que debe experimentar antes de tomar cuerpo de nuevo.

Pero la cuarta dimensión o el astral no es la dimensión de la muerte, es un plano que existe en todas partes, constantemente e infinitamente, y nosotros podemos acceder a él a través de la meditación o del desdoblamiento.

Ambos conceptos podrían confundirse, pero realmente son procesos distintos. En el desdoblamiento, cuando la persona se acuesta y se relaja, deja la conciencia en alerta para transferirla a los otros cuerpos del astral. En cambio, en la meditación pueden ocurrir dos situaciones: una en la que, por ejemplo, los grandes maestros, sin necesidad de desdoblarse, tienen la capacidad de ver a distancia, de percibir el astral como a través de una ventana y, en algunas oportunidades, solamente por este hecho, son vistos en otro lugar del mundo. Un momento en el que pueden ver imágenes y situaciones del astral, pero en el que siguen presentes y alerta a la tercera dimensión.

En el otro caso, en estado de meditación, es posible desdoblarse o llevarse la conciencia al cuerpo astral. Algunos seres muy especiales revibran su cuerpo físico por instantes en la coordenada del tiempo y lo desaparecen del mundo físico, pero para esto se requieren condiciones muy especiales de evolución.

Volviendo al proceso del desdoblamiento, nos preguntamos: ¿qué hacemos en ese instante cuando transferimos nuestra conciencia? El avance o movimiento depende mucho del nivel de miedo que tenga la persona en ese momento, pues, muchas veces, cuando logra desdoblarse no consigue avanzar con facilidad. Esto se debe al físico miedo que le genera aquello que está viendo, los colores y leyes tan distintas de la cuarta dimensión. Es como si, por ejemplo, a una persona sin ningún entrenamiento o preparación la bajaran de una nave Discovery y se esperara que pudiera moverse con calma en el vació del espacio. Lo más probable es que, por el miedo, ni se acerque a la puerta.

Cuando se está desdoblado, los límites del espacio y del tiempo son muy distintos, puede que en un instante esté en el cuarto viendo su cuerpo dormido en la cama, que en otro esté en Barranquilla y en el siguiente en España.

Como lo comentamos antes, las sensaciones del astral son muy distintas, ya que, a pesar de que sigue viendo las mismas cosas de la tercera dimensión, su cama o la mesa, cada persona y elemento emana un aura que en el astral se puede ver con toda claridad. Es tan increíble ese juego de colores y de imágenes, que a veces es confuso, se acaban las fronteras y las paredes divisorias de las casas y de los apartamentos. En ese momento, es necesario ser detallados y quisquillosos, porque es fácil confundir a las personas por sus energías.

En este orden de ideas, el asunto es complicado y a la vez bellísimo, pues nunca estaremos del todo preparados para lo que es posible ver y sentir en el astral.



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