Writen by
Hilda Strauss
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En este tema
existe mucha confusión, sobre todo, porque conceptos como alma, espíritu,
mente, sentimiento, intelecto, pensamiento, cuerpo material, cuerpo astral y
encarnación se han mezclado y confundido con el pasar del tiempo. Pero la
verdad es que cada uno es un concepto diferente del anterior: alma no es lo
mismo que espíritu y mente no es lo mismo que alma o cuerpo astral.
Mucha de la
confusión radica en los nombres que las distintas culturas le han dado a cada
concepto, que ha llevado a malas interpretaciones al momento de traducirlas.
Por ejemplo: alma viene de “ánima” y espíritu viene de “spiritus”, juntos son
vocablos latinos, claros e indiscutibles. En griego, en cambio, alma se dice “psykhe”
y espíritu se dice “pneo” o “pneuma”, lo que genera una confusión automática,
pues el primer término se asimila a la mente y el segundo a la respiración.
En sanscrito llegamos
a entender que espíritu se dice “átma” o “átman”, una palabra muy parecida a
alma. Tan complicada es la semejanza, que en muchos círculos espirituales se
acepta el concepto de “átma” como alma. Por otro lado, en hindi, espíritu es “bavna”
y alma es “átma”; en hebreo el caso es distinto, porque alma es “nefésch” y
espíritu es “rúash”.
Vemos,
entonces, que el principio de la confusión está en los nombres, que son los
primeros que nos han llevado a asignar conceptos distintos “a lo que no es” y a
pensar que dos cosas distintas “son lo mismo”.
Una forma
maravillosa para explicar la diferencia entre estos conceptos la encontramos en
el Bágavat Gita: en la Batalla de la Vida, el alma o “Aryuna”, conduce los
carruajes de los cuerpos, tirados por caballos y que representan los sentidos
de percepción interna y material. El espíritu o Krishna es el ser perfecto que
está de pie cerca de Aryuna en el carruaje y le explica los misterios de la
batalla y del Ser. En general, el libro es una charla en pleno campo de batalla
entre el espíritu, que es Krishna, y el alma, que es Aryuna. El Bágavat Gita
pertenece al Maha Barata, una obra épica absolutamente espiritual.
Puntualizando
en cada concepto, vemos que el espíritu es el Ser, es el “átman”, es el “ain”
de la cábala o el Ruash Nesha Maj de la viejísima tradición hebrea. El Ser es
ese átomo divino que alienta nuestro centro corazón, el fragmento de Dios que
está en lo más profundo de nosotros. Si pudiéramos explicarlo con un ejemplo
más sencillo, podríamos decir que los cuerpos son como una catedral, el alma es
el sacerdote u oficiante que auspicia la ceremonia y el espíritu es el altar
con el sagrario.
El Ser o
espíritu es la esencia, es el fragmento de Dios en presencia infinita en el cosmos,
es la “gota” del océano universal en cada uno de nosotros: así lo explicaba el
maestro Ramakrishna hace cien años, quien decía: “Dios es el océano y el ser de
nosotros es una gota de ese océano, y esa gota y ese océano tienen la mismas
características, al final de la jornada, esa gota regresará al océano y se
fundirán para siempre”.
El espíritu
es, entonces, una ventana y un fragmento de Dios en nosotros, esa parte
esencial que no se modifica, que siempre permanece pura y de la que nos
alejamos en la batalla de las encarnaciones. Esa esencia nos habla y nos guía,
pero nuestra conciencia adormecida no oye su voz: la voz del Ser, de la
conciencia, la voz del Cristo interno.
Jesús vino a
representar en su presencia y persona el misterio del Ser y, para que fuera más
fácil para nosotros, él dijo: “Piensen que yo soy el Ser”, y en esa
representación nos dijo sus preciosas palabras en el evangelio de Juan, capítulo
14, verso 6: “Yo soy el camino, la
verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí, sí ustedes realmente me
conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y
lo han visto”.
Este pequeño
versito contiene la verdad más sublime del mensaje de Jesús: el Ser es la vía
para llegar a la conciencia, es la única verdad. La forma de llegar al Padre es
oyendo de nuevo la voz de la esencia, regresando al Ser, y esto se logra en el
estudio místico, en la meditación, en el despertar de la conciencia y en la
ascensión de la luz. Llegando al misterio del Ser se conocen completamente los
misterios del cosmos.
“Y desde este
momento lo conocen y lo han visto”. Esta sola frase encierra la gran iniciación
en los misterios mayores de todo su colegio apostólico, es la prueba del
despertar de la conciencia de sus discípulos: ya llegaron al Ser, lo han visto
y han comprendido los misterios del universo en su intuición superior.
El alma es un
concepto distinto, es más nuestra individualidad, lo que nos caracteriza en el
mundo espiritual y no se debe confundir con personalidad mental. El alma es una
entidad que se enriquece a través de las encarnaciones, es nuestra identidad en
los siglos y en los milenios, esa entidad que encarna de mundo en mundo y de
planeta en planeta, es el ente que adquiere la experiencia espiritual con cada
cuerpo encarnado.
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