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Hilda Strauss
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Es un hecho que las escrituras antiguas tienen un grave problema de comunicación y son en ocasiones muy complicadas de leer, por lo que existen realmente pocos que pueden hacerlo. Pero, este reducido grupo suele, además, adicionarle a lo leído su propio sesgo religioso o su propia opinión, cambiando así el mensaje original.
Tristemente, esto no se queda allí. Veamos cómo generalmente los textos son traducidos a otros idiomas, a veces pasando por tres o cuatro versiones de distintos lenguajes, antes de llegar a las manos del lector, labor que cambia trascendentalmente la esencia de la enseñanza y agrega nuevos conceptos, muchas veces equivocados.
Si a esto le agregamos los sesgos religiosos, las tendencias de los traductores, los textos que se suprimen, por ser a veces “inconvenientes” o complicados, y las explicaciones adicionales que se agregan convenientemente, nos encontramos con lecturas que se han modificado en contenido y en espíritu.
Consideremos, así mismo, que hay conceptos en ciertos idiomas que simplemente no se pueden traducir a otras lenguas de manera literal, porque sencillamente no existen. En los textos de la Antigüedad nos encontramos con esta dicotomía, pues, al ser redactados en determinados lenguajes, pierden su esencia al intentar ser traducidos. Algunos de estos conceptos son elementos como textos litúrgicos, de fórmulas, traducciones literales de mandalas, mantras sagrados, enseñanzas de educación social y mental, de medicinas naturales, de otras dimensiones, del funcionamiento de la máquina humana, de leyes universales, de fuerzas cósmicas, de la siembra del hombre en una nave llamada Tierra, etc.
Existen, además, muchas mezclas de temas y estilos, tendencias y civilizaciones; es común ver, por ejemplo, textos védicos leídos de forma drávida, o al contrario, y esto es ya una gran equivocación conceptual. De hecho, solamente en India se puede decir que no conocemos ni diez por ciento de lo que se encuentra en monasterios y templos, ya que algunas escrituras son tan viejas, que no hay eruditos que conozcan esos idiomas, lenguas y alfabetos. La memoria es débil y los años no perdonan.
Otra de las grandes confusiones que se presentan en los libros sagrados son las traducciones de conceptos que no son homogéneos entre culturas. Nosotros, en Occidente, muchas veces no podemos comprender aspectos orientales y, por lo tanto, tampoco podemos aplicarlos. Un ejemplo específico es la traducción de los cuerpos, que son confundidos con envolturas. El término hindú con el que se designa la palabra ‘cuerpo’ es ‘sharira’, y existe otro concepto que es ‘kosla’, o ‘lifafa’, que significa “envoltura”. Cuando los libros sagrados hablan de las envolturas de luz, suelen confundirse con los cuerpos, y más, cuando lo comentan al mismo tiempo que explican las vibraciones del Prana.
En ciertos casos, los cuerpos y las envolturas coinciden, pero no puede decirse estrictamente que cuerpo y envoltura son lo mismo; son conceptos distintos. Por ejemplo, puede afirmar que el cuerpo físico y el cuerpo astral tienen aura, pero no puedo decir que el aura es un cuerpo; eso es equivocado.
Los cuerpos inferiores son los que podemos explicar o los que de alguna forma podemos comprender con la mente, no obstante, cuando avanzamos hacia dimensiones más elevadas, es más difícil de entender.
Podemos concebir el cuerpo físico, porque lo vemos y lo palpamos en el mundo material, incluso, podemos entender el cuerpo astral, pero, cuando hablamos del cuerpo mental, la cuestión se complica. Estamos habituados a considerar la mente como algo inexplicable, es algo con “lo que pensamos” que “se encuentra en el cerebro”, pero, realmente, son pocos los que pueden describirla o posicionarla de manera exacta en el cuerpo.
Y si avanzamos hacia regiones más espirituales, en las que están los cuerpos ideales y espirituales, con sus respectivas dimensiones, la mente se bloquea, no lo concibe, y si a esto le adicionamos otros factores pasaremos el tema por alto, por falta de explicación.
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