Writen by
Hilda Strauss
17:46
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La espiritualidad es una actitud, es una forma de ver la vida y una manera de enfrentarse a ella. Es una posición frente a todo lo que nos ocurre, sea extraordinario o cotidiano.
Debemos ser
espirituales para todo, no ser sensibles exclusivamente para ciertas cosas o
situaciones. Ser espiritual no es ser “blanditos” o dar consejos melifluos, es
ser congruentes y sensibles en todos los aspectos de nuestras vidas.
La
espiritualidad está en todo, es nuestra vida, genuina y original, pero no está
en aquellos que con falsas posturas y palabras buscan publicidad, notoriedad o
mostrar una iluminación que no poseen. Espiritual no es el caudillo de voz
temblorosa que se autodenomina o autoproclama escogido y que pretende
impresionar con su discurso abrumador.
Los seres
espirituales no son perezosos, no son aquellas personas que no trabajan por
decir que están agobiados por la fuerza brutal de la conciencia. De hecho, los
seres espirituales son todo lo contrario: son trabajadores y luchadores, no se
desviven por mostrar sus logros o habilidades, son seres recios y consistentes
siempre con lo que dicen; son responsables con su ayuda y con sus palabras, son
de memoria corta frente a los agravios ajenos y de gran memoria para el
conocimiento.
Tener actitud
espiritual es entender que TODO está relacionado, que el universo es una gran
corriente de luz conectada.
Por eso es
que cada vez que estamos trabajando o realizando cualquier labor, por sencilla
que sea, debemos imprimirle ánimo, alegría y positivismo. Tenemos que tener
siempre la conciencia de la ley del equilibrio, sabiendo que nuestras gestiones
y resultados están conectados a la gran cadena del karma; un karma presente en
el akásico de nuestra luz astral y en nuestra carga genética.
En una crisis
y ante una mente malvada, tenemos que adoptar una actitud de solución, encausar
una fuerza de equilibrio, no con cobardía o con miedo, no con permisividad o
complicidad, sino con ánimo conciliador y de equilibrio, llamar a la paz y a la
calma, conciliar, hablar de las buenas cosas, curar el alma y sacar de ella todo
lo maravilloso; esa actitud es como un cierre.
Una actitud
espiritual sana heridas, desarma a los violentos, busca equilibrar conflictos y
reconcilia y restaura la paz. La actitud espiritual también es honesta, genuina,
sin copias, sin imitaciones. La actitud espiritual es correcta, entendiendo la
ley de causa y efecto. Recordemos en todo momento que en los mundos internos no
hay impunidad.
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