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martes, 22 de noviembre de 2016

La farsa de Colón y el descubrimiento de América



Muchas veces en la historia, nos encontramos con elementos que no son ciertos, narraciones que han sido tergiversadas o modificadas a conveniencia. Este es el caso del descubrimiento de América y de Cristóbal Colón.

El descubrimiento de América no sucedió ni por error ni por casualidad, todo lo contrario. Cristóbal Colón era un investigador increíble, con un conocimiento excepcional que superaba a todos los de su época, pertenecía a una orden secreta celta, que ocultaba grandes secretos; y conocía a la gran estirpe de los depositarios ocultos del Mediterráneo. Gracias a esto, Colón tuvo acceso no solo a los maravillosos papiros Piris Reis, sino también a otros documentos traídos de Irlanda e Islandia, manejados por celtas. Colón era todo un misterio para su tiempo, lleno se secretos e incógnitas.

De los viajes de Colón hay muchas especulaciones, muchos atribuyen el descubrimiento al uso de los mapas de la colección de Piris Reis, otros afirman que era amigo de sacerdotes celtas que vivieron secretamente en las islas Canarias. Pero, en definitiva, Colón era un magnífico ideólogo, un gran investigador e ingeniero, que supo rodearse de las mentes más brillantes de su época. Así lo hizo con los hermanos Pinzón, unos genios de la navegación, que también sabían de grandes secretos y que seguramente también sabían que llegarían a América.

Pero Colón tenía otras dificultades. Tendría que hacer los viajes sin que Portugal se enterara que se estaban violando los tratados internacionales de navegación, entonces, debió trabajar en paralelo con los servicios secretos de la Corona española, con el fin de ocultar este hecho. Tuvo que lidiar con la Escuela de Palma, que, al momento de enterarse de que el rey de Aragón le regalaría la famosa colección de Cresqué, horrorizados dibujaron ciertas variaciones en el mapa, con el fin de desviarlo y confundirlo.

Toda la vida de Colón fue escrita en los viajes por fray Bartolomé de las Casas, debidamente tergiversada, para que pudieran leerla los portugueses o los franceses y, obviamente, para minimizar el trabajo de los hermanos Pinzón y enaltecer la imagen de Colón, con todo el requisito de los debidos cambios propuestos por los servicios secretos de la Corona española para evitar acusaciones de violación de tratados.

Colón no solamente tenía las colecciones de Piris Reis y de Cresqué, también tenía los mapas de las Rutas de Toscanelli y otros misteriosos de origen celta, llamados “mapas lenticulares de la sabiduría”, que tenían forma de óvalo y contenían la ubicación de los “ángeles y de los sabios”, entre los que estaba escrito lo de los Ángeles de Yucatán, refiriéndose a la civilización maya, en la que, supuestamente, habían muchas riquezas de oro y piedras preciosas; adicionalmente, una piedra que giraba y que contenía la “luz de las estrellas”, reservada para el que llegara primero.

Colón se encaminó a América con el conocimiento pleno de que llegaría a una tierra nueva; una tierra que, en su momento, había sido visitada por maestros célticos iluminados, o “druidas altos”, que luego desaparecerían abruptamente para dejar grupos humanos abandonados, despistados y llenos de riquezas. En realidad, Colón quería llegar a la civilización maya, no a Brasil o a nuestro apéndice guajiro; llegó sabiendo a dónde venía y con el fin específico de engañar a los nativos con chucherías baratas para así arrebatarles sus riquezas.

En conclusión, podemos afirmar que el descubrimiento de América no fue un error; fue, de hecho, una empresa muy calculada en la que participaron Colón y sus mapas misteriosos, las sociedades secretas a las que pertenecía, los Reyes católicos y sus servicios de inteligencia, la Gobernación de las recién conquistadas Canarias y una nómina envidiable de los mejores navegantes e ingenieros.


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