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miércoles, 29 de junio de 2016

El eslabón perdido




Desde hace muchas décadas, viene circulando en los medios hablados, visuales y escritos descubrimientos del supuesto “eslabón perdido”. Una noticia que se destaca es la del descubrimiento del fósil de una hembra primate de más de 47 millones de años, que, según los científicos, podía ser la base para estudiar la teoría de que el hombre evolucionó del mono.

Pero la anterior teoría es absurda: el hombre no evolucionó del mico, estos descubrimientos realmente se usan para marketing. A simple vista, se puede detallar que el espécimen, que sobresale por la forma de sus dedos, por los talones y por sus uñas, no tiene ninguna relación con los humanos y que se trata de un simple lémur-mono del grupo de los adapoides. Este descubrimiento, como muchos otros, no es más que una publicidad disparatada para el montaje de documentales, películas y programas de televisión.

Dada la imposibilidad de la teoría del “eslabón perdido”, la comunidad científica ha tenido que repensar y buscar nuevas alternativas para darle explicación a una de las preguntas más formuladas: ¿de dónde venimos?

En estos últimos años, ya no es tan absurdo ni mágico pensar que la teoría de la siembra extraterrestre es plausible para nuestra humanidad, tampoco es absurdo contemplar la teoría del ensayo fallido del mico, ni que seres superiores del espacio exterior hayan preparado prototipos físicos para la encarnación de las almas hace millones y millones de años.

En la radio hemos mencionado en varias ocasiones a distinguidos científicos y premios Nobel que concuerdan y soportan las teorías extraterrestres y que, sin miedo, lo gritan a los cuatro vientos.

Ahora bien, la evolución sí existe, pero nosotros no venimos del mono, esto lo dicen todas las escrituras antiguas en lenguaje cifrado, lo dicen los libros sagrados en simbologías y, aunque se ha ubicado todo esto dentro de la mitología, con los años y las corregidas interpretaciones, se sabe la verdad del tema.

Ahora es común asociar seres superiores con ángeles, memoria con ADN, luz élfica con conocimiento microscópico, tiempo con viaje, estrellas agonizantes con portales astronómicos de tiempo y espacio, rayos con curación, antenas y agujas con comunicación, sonido que se devuelve con imágenes tridimensionales; todo esto ya es normal para nosotros.

Cada diez años nos presentan estos “eslabones perdidos”, pero la gente ya no se deja deslumbrar con tanta facilidad y sospecha de las campañas de marketing.


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