Writen by
Hilda Strauss
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En el
programa, en varias ocasiones, hemos mencionado que el cristianismo primitivo nos
habla claramente de la reencarnación. De hecho, en todos los libros
antiquísimos encontramos pasajes que con el tiempo cambiaron a “resurrección”,
es el cambio más común que se ha operado en los temas bíblicos.
De esto hoy en día poco se sabe, ya que, recordemos que los libros del Nuevo
Testamento fueron escogidos de forma arbitraria, revisados y filtrados en los
primeros concilios, en los que se hicieron, además, grandes modificaciones y
prohibiciones. En estos se reunieron papas y reyes con el fin de imponer
cambios bajo la creencia de que estas acciones eran lo mejor para los
creyentes. Consideraban “inadecuado” que la gente pensara en un periodo “muy
largo” para la redención, entonces, lo mejor era establecer una nueva regla con
la que las personas tenemos una única existencia, en la que podemos
santificarnos o sumirnos en el camino de la perdición. A esto se unió el
“eterno castigo” o la “gloria eterna” con los actos o hechos de una sola
encarnación.
Durante estos últimos 1700 años, las sagradas escrituras las han
transformado omitiendo el largo camino de la reencarnación y encontrando la
palabra perfecta para camuflar la verdad, era una palabra que aparecía como la
máxima virtud de Jesús: el hecho de haber
resucitado.
¿Qué es resurrección?
Resurrección es restaurar la vida en un cuerpo renovado y glorioso. Es espectacular
el parecido con reencarnación, ¿verdad? Y eso fue lo que pensaron los padres
equivocados del cristianismo primitivo en aquella época. Jesús sí resucitó,
como lo pueden hacer los seres que han alcanzado la cristificación, pero,
aprovechando esta verdad absoluta, los dueños de las decisiones acuñaron la
palabra resurrección para sustituirla siempre que hacían referencia a la
reencarnación.
En el evangelio de San Juan, en el capítulo 9, los apóstoles le
preguntan a Jesús: “Señor, fulano es ciego de nacimiento, ¿quién pecó: él o sus
padres?”, y el Señor respondió: “Ni por sus pecados (actuales) está sufriendo,
ni por los pecados de sus padres; nació ciego para cumplir una misión”. En esta
frase maravillosa, Jesús habla como un tibetano o como un maestro del vedanta;
karma es acción y, en este sentido, el sufrimiento causado por acciones pasadas
se convierte en una misión de interacción con los demás seres para ajustar el
desequilibrio causado.
Muchos sabios conocieron estas verdades absolutas y quisieron sacarlas a
la luz, como el papa Juan XXIII, el “papa bueno”, pero sus esfuerzos se vieron
truncados y sus escritos quemados, confiscados o modificados.
Son muchos los pasajes en libros sagrados, como la Biblia, en los que
encontramos recomendaciones sobre el trabajo místico y alquímico. Por ejemplo,
de la meditación en todo el Antiguo Testamento, y también en el Nuevo, como en
los casos de la transfiguración y la oración en el huerto de los olivos, además
de las vigilias de los apóstoles. De la transmutación sexual como en el Levítico
del Antiguo Testamento y la samaritana y las bodas de Canaa en el Nuevo
Testamento. Del misterio del Cristo en el corazón, como en todos los libros
proféticos, últimos del Antiguo Testamento, y en todas las cartas de San Pablo
en el Nuevo. De la reencarnación en toda la Biblia, del trabajo con los errores
sicológicos, en los Libros De Los Grandes Profetas y en toda la misión de
Cristo. Del amor y de la tolerancia en lo relacionado con las diferentes
modalidades de llegar a Dios, consignado desde siempre en libros autorizados y
no autorizados, pero olvidado por el hombre que, siempre, lleno de soberbia,
está convencido de que tiene la verdad revelada y que por mandato del “mismo
Dios” debe emprender una guerra absurda contra todos los que digan lo
contrario.
En los textos sagrados está la verdad, clara e irrefutable; aunque
pretendan cambiarla, siempre brilla, siempre sale a la luz, siempre están
cogidos de la mano los grandes maestros y guías de la evolución espiritual: Jesús,
Siddhartha, Babaji, Ramakrishna, Fulcanelli, y tantos otros que nos muestran de
idéntica forma el camino de la iluminación.
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