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jueves, 24 de marzo de 2016

¿Cuánto pesa el alma?




Esta es una pregunta que se ha hecho el ser humano a lo largo de la historia. Es, de hecho, tanta la curiosidad, que se han realizado una gran cantidad de documentales, películas y toda clase de estudios con el fin de aclarar esta incógnita. Pero, entonces, nos preguntamos: ¿a qué le dicen alma?, ¿a la personalidad?, ¿a la conciencia?, ¿o al astral?

En 1907, el doctor Douglas McDougall se dio a la tarea de “pesar moribundos” para comparar su peso antes y después de morir, y así resolver el misterio. Práctica que con firmeza podemos definir como grotesca, irrespetuosa e insólita.

Con el fin de pesar a los moribundos en sus últimos momentos de vida, McDougal diseñó una cama-báscula en la que acostaba a los enfermos terminales y medía con exactitud su peso, concentrándose con especial esmero en los últimos minutos de vida y los instantes después. A nadie más que a él le consta que esa variación de peso era exactamente de 21 gramos. El experimento fue realizado con varias personas, obteniendo, “supuestamente”, el mismo resultado: la pérdida de 21 gramos a la hora de la muerte.

En las siguientes décadas, y hasta hoy, se han planteado un sinnúmero de hipótesis, adjudicando este peso al alma, al aire de los pulmones, a fluidos corporales y miles otros.

Pero todo esto es absurdo, pues el alma, el cuerpo astral, la mente y la conciencia NO están en el cuerpo físico, por lo tanto, NO pesan y NO ocupan un volumen. Cuando el cuerpo muere, todos estos elementos se van, pero este proceso jamás afecta el peso corporal.

No podemos hablar del peso de entidades de otra dimensión en el mundo físico, esto es desatinado, el alma no pesa en la tercera dimensión, tampoco la mente ni la personalidad. 


Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©

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