Writen by
Hilda Strauss
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Las grandes
civilizaciones nos han heredado vastos conocimientos a través de la historia. Una
de estas civilizaciones extraordinarias es la egipcia, con sus magníficas obras
arquitectónicas y sus profundos conocimientos astrológicos.
Hasta hace
apenas unas décadas, la ciencia moderna pudo constatar, con gran esfuerzo y
tecnología de punta, diversos eventos cósmicos asombrosos, como por ejemplo,
todos los detalles del sistema de la estrella Sirio, que está a 8,7 años luz de
la Tierra.
Si volteamos
nuestra mirada a Egipto, a las antiguas construcciones de Giza, como la
pirámide Micerinos, descubrimos conocimientos y detalles de esta estrella que
aún hoy se desconocen. Cerca de la pirámide se encuentran otras tres, pequeñas,
dos un poco desgastadas por el tiempo y una un poco más completa, que según las
escrituras representan a la estrella Sirio. Pero ¿por qué tres pirámides? Pues
las respuesta solo se pudo verificar hace unas décadas, con grandes
telescopios, cuando se identificó que Sirio en realidad son tres estrellas, un
sistema estelar triple.
En Micerinos y
en todas las inscripciones antiguas de Mali se tiene absoluta certeza de que en
el sistema de Sirio existe una estrella más pequeña y rojiza, teoría que se vino
a corroborar apenas hace unos años cuando se descubrió y visualizó una “enana
roja”.
Es entonces cuando
nos preguntamos ¿cómo civilizaciones tan antiguas tenían conocimientos tan
exactos de astros tan lejanos. Conocimiento que apenas hace unas décadas se
pudo vislumbrar y constatar?
De hecho,
grandes astrólogos aún se preguntan cómo los egipcios conocían tanto de la
estrella de Aldebarán, de las lunas de todos los planetas del sistema solar, de
tantos detalles de los anillos de Saturno y de la zona cercana a Júpiter, en
donde es posible estar en dos sitios al mismo tiempo. La explicación es muy
simple: instructores del espacio exterior.
Para nuestra
ciencia moderna lo anterior sigue siendo ilógico, ya que continuamos con la
misma corriente de pensamiento de hace décadas. Si estudiamos las propuestas de
Hawkins, nos damos cuenta de que estamos en el mismo círculo vicioso de Kepler,
de Hooke y de Newton, grandes genios, pero genios viejos a los que debemos
trascender, incluso a los más iluminados, como pueden ser Tesla, Maxwell y
Einstein. Necesitamos abrir la mente a nuevas concepciones para avanzar; si
esto no ocurre, es imposible.
La comunidad
científica siempre ha sido muy dura con los innovadores. Vemos ejemplos como
los de Carl Sagan y de Michio Kaku, grandes astrólogos iluminados que han
tenido la valentía de dar un paso más allá, pero que han sido ampliamente
criticados y perseguidos por ello.
De vuelta a
Egipto, encontramos otras evidencias de intervención extraterrestre: observamos
que para todas sus grandes construcciones los egipcios tuvieron acceso a
tecnología muy avanzada, a herramientas que permitían alzar pesos inmensurables
y cortar elementos de manera exacta y perfecta.
Según los
dogones y los mismos egipcios de las inscripciones, estas hazañas se lograban
de dos formas: una en la que los materiales se ablandaban por corto tiempo, y
otra, para los cortes y las perforaciones de precisión, en la que los maestros
extraían de sus naves unas herramientas indestructibles, conocidas como ‘sagalis’,
que podían perforar lo que fuera y que eran sacadas de un “Sol”.
¿Qué podía
ser más duro que el diamante? ¿Fue con eso que hicieron las perforaciones
misteriosas de Keops? ¿De cuál sol las sacaron? ¿Pueden acercarse ellos a una
estrella densa que tiene una gravedad imposible de manejar?
Todo lo
anterior son evidencias fehacientes de las intervenciones de inteligencias
extraterrestres en la antigüedad.
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