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lunes, 16 de mayo de 2016

La historia está enterrada




En el año 2011 se publicó un descubrimiento maravilloso: bajo las arenas del desierto, a 30 kilómetros de El Cairo, satélites habrían descubierto mil tumbas, tres mil asentamientos antiguos y entre 17 y 24 pirámides. Y esto sucedió solo en un pequeño cuadrante analizado. Pero ¿es esto una novedad?

Ya en los años 80 existía tecnología de microondas que lograba detectar elementos a nueve metros de profundidad, pero este funcionamiento solo podía ser usado en zonas desérticas, como el Sahara o el Ártico. Para sorpresa de la ciencia y la sociedad, los satélites descubrieron tesoros arqueológicos enterrados y también miles de cráteres de meteoritos en lugares como el Sahara, el Gobi y en Argentina; cráteres sorprendentes que iban desde los 20 metros hasta los 60 kilómetros de diámetro. Quedó claro con este descubrimiento que los cráteres señalaban una época remota de grandes impactos en la tierra y en la arena, y, justamente sobre algunos de esos cráteres, se encontraron además construcciones antiguas y tan misteriosas como las pirámides que hoy conocemos.

A estas alturas, ya se ha perfeccionado el infrarrojo y sistemas militares de alta precisión que pueden escudriñar profundidades mayores, pero no lo suficientemente como para detectar todas las maravillas que se encuentran debajo de la arena en el norte de África. Quienes hablan de 200 pirámides, probablemente se queden cortos.

Sabemos que ha habido muchos otros descubrimientos que no han salido a la luz. ¿A qué se debe esto? Principalmente, a problemas políticos y económicos, por los que a las sociedades que luchan en una desigualdad tan aberrante no les importa brindar los recursos económicos necesarios para la recuperación de un tesoro histórico de tal magnitud. Por eso, prefieren guardar silencio y no dejar intervenir a universidades extranjeras o a otros organismos científicos.

Sabemos que las tormentas en los desiertos de arena pueden ser tan comunes y poderosas, que son capaces de sepultar una casa corriente en cuestión de 40 minutos. Si esto pasa en un tiempo tan reducido, ¿qué habrá pasado durante miles de años?

Observemos las grandes dunas del Sahara, que parecieran un mar interminable de arena, entonces, nos preguntamos: ¿qué habrá bajo esas millones de toneladas de arena?, ¿qué cosas se descubrirán en el futuro en lo que hoy es Libia, Argelia, Malí, Mauritania, Níger, Chad y Sudán? Necesitaremos siglos para sacar a la luz el tesoro de la verdad.


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