Writen by
Hilda Strauss
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Todos hemos oído la frase: “El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios”, pero ¿esto qué significa?
En pocas palabras, se podría decir que el hombre es un microcosmos del macrocosmos, como una pequeña maqueta del universo, en él está la creación, la transformación, la divinidad, la cualidad infinita y eterna. Para entender este concepto más fácilmente, podríamos compararlo con una gran ciudad dibujada en un cuadro diminuto, o una gota de agua sacada del océano.
El hombre es la mónada divina del cosmos que se divide eternamente en un número infinito de espíritus que se manifiesta de distintas formas. ¿Qué quiere decir esto? Una de las características del universo es la evolución y los niveles de conciencia. No todos los seres son igualmente evolucionados, ni todos los planetas están habitados, en algunos las manifestaciones son astrales, mentales o espirituales; existen algunos seres cuya manifestación es tan sutil, que su parte más visible es su resplandor áurico.
Muchos seres de gran evolución espiritual se encuentran en este momento con nosotros, ayudándonos en secreto y fomentando la secuencia evolutiva de la Tierra.
Nosotros somos seres evolucionados, sembrados en este, pero originales de otros planetas de escala consciente elevada. En este momento, nos encontramos en un sitio de transición, en un gimnasio mental intensivo. No importa que muchos no seamos conscientes de nuestro origen, de todas formas, tenemos la estructura de nuestros ancestros de las estrellas, conservamos su esencia y nuestro cuerpo físico es extraordinario. De hecho, 99% sigue siendo un enigma para la ciencia, y ni hablar del cuerpo astral, que está absolutamente inexplorado.
El ser humano es espiritual, inclusive los que cometen errores gravísimos; ellos también se darán cuenta de su comportamiento equivocado y, más adelante, entenderán su estructura espiritual, cuidarán su mundo interior y avanzarán rápidamente.
Ahora bien, los santos son aquellas pocas personas que han vislumbrado la imagen e influencia del ser interior, son maestros espirituales, seres disciplinados y encaminados por una misión ineludible que los encausa y los une en la perfección de las leyes divinas.
Quienes han logrado percibir la luz de la iluminación son llamados santos, simplemente, porque quien se aproximan a la conciencia, pueden obrar únicamente con las leyes del amor, manifestado sus acciones en pro de ayudar a los demás. Su misión se torna en comunicar aquello que han descubierto, aquello que han podido vislumbrar. Por eso es que nos encontramos con libros, con movimientos espirituales, con lineamientos de vida; todos con el afán de dar a conocer un método o posibilidad para alcanzar el despertar de la conciencia.
Dependiendo de la corriente espiritual o la tendencia religiosa se denomina a estos seres iluminados de diferentes maneras, se habla de santos, santones, guías, maestros iluminados, ángeles encarnados, almas venidas de los confines del universo, figuras en todas las escalas crísticas y búdicas. Lo que para un lama es un Buda, para un católico es un santo; lo que para los hindúes es un maestro, para un occidental es un ángel encarnado; lo que para un muinane es un curaca o un chamán, para un ruso es un mago iluminado. Todos son nombres diferentes para el mismo ser espiritual que está enfilado hacia la verdad.
Todos los santos son seres iluminados en el amor, que tienen puntos de contacto en el procedimiento de las metas y la visión de la naturaleza y el cosmos. Algunos de estos santos son, por ejemplo, Calvino, Confucio, Tomás de Aquino, Lao-Tse, Jesús, Lutero, Mahoma, Krisnamurti, Gurdieff, Kierkegaard, Gandhi, Santa Teresa de Jesús, Zen, entre muchos otros seres maravillosos.
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