Writen by
Hilda Strauss
15:46
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Hay evidencias y hechos que, simplemente, no podemos ignorar o esconder; situaciones tan evidentes como que el Sol sale por el oriente y que, en definitiva, no podemos tapar con un dedo.
Este es el caso de la Biblia y su gran cantidad de pasajes en los que se habla de seres llegados del espacio. Las escrituras sagradas siempre han tenido aquí su primer desafío, ya que durante miles de años se han generado toda clase de discusiones, principalmente, por personas que no saben interpretar de la manera correcta, o que tienen un sesgo religioso.
Entre estos pasajes maravillosos encontramos el del Génisis, capítulo 1, verso 26, en el que dice: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. En ese pasaje Dios habla en plural, (“hagamos”, “nuestra”), esto es muy profundo y se refiere exactamente a los “Elohim”, los seres que vienen de otros mundos, mencionados en la Biblia cientos de veces.
El asunto sigue: Dios se le aparece a Moisés con una zarza ardiendo, la columna de fuego conocida como la zarza de Horeb, y cuando leemos este pasaje del Éxodo, vemos claramente un fenómeno extraterrestre, claro y diáfano, que no exige mayores interpretaciones.
Otro ejemplo es el encuentro de Lot con dos ángeles, seres que, en libros no canónicos, son descritos como individuos de belleza insuperable y de una altura superior a la humana.
Debemos, además, observar cómo en los primeros libros de la Biblia el concepto de lo divino cambia constantemente: a veces pareciera ser una fuerza, otras, parecieran varias personas, o una sola, y muchas otras, se describe un espacio, una nave, una voluntad. Es cuando podemos observar cómo hay en la historia seres de otros mundos, gente de otras dimensiones.
Si nosotros observamos los textos con detenimiento, y substraemos cualquier sesgo religioso, entonces, podemos encontrar fenómenos espectaculares y entender cosas que tal vez antes veíamos de diferente manera. Este es el caso de Moisés cuando recibió las Tablas de la Ley en el monte Sinaí. En este pasaje se narra cómo la fuerza de Yahvé cubrió la cima de la montaña, asemejando una nube suspendida; nube a la que debió entrar Moisés solo, pues era el único preparado, y permanecer allí durante 40 días y 40 noches. Es entonces que se comienza hablar en la Biblia del arca, de sus medidas y condiciones de construcción; se habla de crear el tabernáculo y mantener allí las Tablas de la Ley.
Es en este momento que encontramos en la Biblia uno de los textos más ocultos y de más difícil interpretación: la construcción del arca, las Tablas de la Ley y el tabernáculo o altar del templo de Jerusalén. Todas las escrituras y planos son conocimientos sagrados de difícil explicación y que además parecieran más extraterrestres que humanos. Todos tienen que ver con la Cábala, con los verdaderos ángeles, con las construcciones herméticas de Shanbalah y con Ávalon y el castillo de Kámelot.
Todo esto es historia sagrada mística pura, un tema profundo, extenso y bellísimo.
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