Writen by
Hilda Strauss
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No es un tema
fácil de tratar el de los ángeles, es un tema que hiere sensibilidades y que
espanta a los que le temen a la verdad.
Es uno de los
argumentos preferidos de los falsos maestros que comercializan las supercherías
de la Nueva Era. Es un asunto que abusa de la inocencia, de la credulidad y de
la necesidad de la gente, para alienarlos con ideas “rosa” y anestesiarles el
alma, evadiendo la realidad.
La humanidad
ha tenido siempre un gran desconocimiento de los ángeles, que ha llevado a falsas
interpretaciones, a plasmarlos como figuras humanas aladas, la mayoría con
rasgos nórdicos. Así mismo, han malinterpretado sus nombres, tomados del hebreo
antiguo, todo para recrearlos en una versión romántica, novelada y graciosa. ¿Con
qué fin? Muchos lo hacen para ser oráculos, y para negociar, que despistan
tanto en el conocimiento de la vida espiritual como en el profundo sentido de
la Cábala.
Ahora bien,
los ángeles sí existen, son seres enormes de luz, de evolución indescriptible,
pero distan mucho de ser lo que los charlatanes pretenden comunicar. Son
entidades celestiales que se manifiestan en coordenadas o dimensiones
superiores y tienen grados crísticos y búdicos de evolución. Realmente,
describirlos en su totalidad es una tarea imposible desde la perspectiva de un
ser humano y solo grandes seres de evolución espiritual enorme entienden su
verdadera entidad. Un ángel abarca varios estados, varias dimensiones, varios
espacios y diversas líneas de tiempo.
Los humanos
no llegamos a entender la grandeza y magnificencia de los ángeles, apenas si
conocemos los nombres terrestres con los que han sido denominados. Algunos de estos
son Rafael, Uriel, Sejaltiel, Orifiel, Gabriel. Al pronunciarlos traen un
pequeño pedazo de su energía en unión con otros mantras en hebreo, sánscrito o
en pronunciación ogam, pero esos ¡no son sus nombres reales!
Cabe también
aclarar que los ángeles no aparecen en las estatuillas o representaciones de
porcelana, tampoco en las imágenes de estampillas o románticas tarjetas. No es
posible definir a un ángel con concepciones mentales o palabras de idiomas
nuevos o lenguas terrestres.
En otras
dimensiones, la cercanía de un ángel es abrumadora, inconcebible, la enseñanza
de años para el alma. Un solo segundo de su presencia, un solo instante de su
imagen nos cambia para siempre; un canto suyo o una palabra nos aleja de todo,
nos aparta de lo ilusorio.
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