Writen by
Hilda Strauss
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Libros
sagrados existen muchos y la Biblia es uno de ellos. Cada grupo humano que sea
heredero de las grandes civilizaciones antiguas disfruta de un código de
enseñanzas sagradas dictadas o recibidas por seres superiores; seres que en su
comprensión global de la humanidad pudieron establecer un código ético, una
enseñanza oculta o una verdad sagrada.
Desafortunadamente,
la ignorancia y el miedo han llevado a que, a lo largo de nuestra historia, y
hasta el día de hoy, existan muchas personas de diversas culturas o religiones que
menosprecian el valor de las escrituras sagradas de otros grupos, solo por el
hecho de ser diferentes. Vemos, por ejemplo, a muchos grupos cristianos que al
hablar de los budistas los tildan de herejes, de seres que se van a quemar en
el infierno. En cambio, al oír a los budistas hablar de Jesús, vemos que lo
hacen con el mayor de los respetos y reverencias, pues entienden que él fue un
ser iluminado de grados budísticos inimaginables. Consideran, así mismo, a la
Biblia como un libro sagrado del mismo nivel que el Vinaya o los sutras o el
Bardo Thödol.
Estas
acciones violentas de grupos guiados por la ignorancia, no son amorosas.
Recordemos que es en el amor donde encontramos la paz y es con amor que se
puede reconocer las diferencias de culturas, ver más allá e identificar el
verdadero conocimiento interno. No es sorprendente, entonces, que todas las
enseñanzas de amor de Jesús sean tan parecidas a las dictadas por Buda.
El mundo de
las sagradas escrituras es fascinante: hay tanto conocimiento y tanta verdad,
que llega a ser abrumador. En cada uno de estos textos Dios nos muestra
“pistas” de la evolución, cada libro es un compendio de sabiduría en el que
está la verdad, mencionada en otras lenguas y en diferentes formas, pero que en
su esencia conducen siempre a lo mismo.
La Biblia es
un libro sagrado de suma importancia, que no puede leerse a lengua muerta, pues
tiene un indiscutible significado oculto. Son muchos los ejemplos en los que
podemos encontrar la ciencia del alma en sus líneas, tanto en el Antiguo como
en el Nuevo Testamento.
Vemos, por
ejemplo, la simbología que tiene la figura de la serpiente en el Antiguo
Testamento. Aquí, personifica al demonio que lleva a Adán y Eva al pecado. Este
pecado se refiere a una caída espiritual de orden sexual, es la caída
energética de la humanidad en el sexo negativo y el desperdicio malsano de una
errada concepción de la sexualidad. Hombres y mujeres experimentaron una caída
espiritual, se hundieron en la inconciencia y fueron relegados a las tinieblas.
Las razas
antiquísimas eran astrales, no tenían un cuerpo físico. Al caer en la
inconciencia, descendió la manifestación humana a la materia y esa es hoy la
humanidad, solo materia y forma.
En el Éxodo
se describe con especial detalle las varas sacerdotales que acompañaban a
grandes patriarcas. Este báculo, en forma de S alargada, termina en una
protuberancia y, por lo general, está rodeada por una serpiente enrollada.
Si se analiza
a conciencia, encontramos que el báculo representa la médula de la columna
vertebral, la protuberancia es el cerebro y la serpiente es la energía sexual,
pero, en este caso, positiva. La serpiente es la representación de la kundalini,
o energía central de la evolución consciente, y es el flujo positivo que sube
primero por el nadi central sushumna.
En esta
ascensión energética se encuentra el poder del hombre, que con su energía
transmutada y proyectada puede crear y manejar los elementos. Actualmente, los
yoguis orientales conocen esta transmutación de la energía y saben la ciencia
detrás de ella, al igual que lo sabían los grandes patriarcas del Antiguo
Testamento, como Moisés, Aarón y sus hijos.
En el mismo Éxodo,
se habla de la cimentación del tabernáculo, que se refiere a la gran construcción
de luz del ser evolucionado, de sus chakras iluminados y de sus cuerpos
conscientes y vestidos de luz.
En conclusión,
la Biblia, entre otros textos sagrados, es un código de evolución que va mucho
más allá de la simple interpretación. En la Biblia se puede constatar que la “evolución es el único camino”.
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