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martes, 20 de octubre de 2015

La influencia del ego



El ego es el poder y el error del ser humano. De la existencia del ego depende nuestra vida y nuestra personalidad: es un fantasma necesario en nuestra evolución.

Con el ego se imagina y se proyecta la cotidianidad según el deseo propio, generando así un apego enorme y casi inagotable hacia la situación percibida, a las personas que la rodean y a las cosas con las que convive.

Muchos de los grandes maestros han hablado del ego y de cómo nos causa dolor. El gran maestro Siddhartha Gautama decía: “Todo en la vida es dolor, porque todo pasa”. El mundo material es efímero: una cosa, una situación, una persona o una personalidad duran solo un instante y, al desaparecer, sufrimos, pues caemos en la cuenta de la ilusión. Mientras tengamos deseos, nuestro sufrimiento perdurará.

El ego está inventando continuamente tragedias a partir de pequeñeces de la vida, para causar confusión y diferencias. Todo nuestro trato social está lleno de desaciertos egóticos, si pudiéramos alejarnos y analizar el panorama de manera más general y objetiva, cambiaríamos nuestra perspectiva inicial: seriamos más sabios, más acertados, menos retados, menos prevenidos y, sobre todo, más productivos desde el punto de vista espiritual y material.

Desafortunadamente, nuestra mente se enfoca en las pequeñas tragedias diarias, viendo todo como un pormenor nefasto y fundamentando nuestra vida a esas reglas ilusorias. Un libro bellísimo que ilustra esta tendencia de la mente es ‘Los viajes de Gulliver’, de Jonathan Swift. En este encontramos dos grandes pueblos que se enfrentan en una guerra feroz y duradera. ¿La razón? La reglamentación de uno de los monarcas de impedir a sus ciudadanos abrir los huevos de la manera tradicional establecida. La norma lleva al pueblo a una huelga interna, llena de violencia y muerte, en la que cada levantamiento es doblegado por el poder del monarca, hasta que el pueblo se divide en dos. Los ciudadanos prefieren morir antes que abrir los huevos como lo desea el monarca.

A pesar de que parezca una sátira, esta situación es un reflejo claro de la intolerancia y el desamor humanos, que por nimiedades absurdas se puede recurrir a la violencia, al odio y la discriminación. Son tendencias del ego que dividen las relaciones de amor entre las personas, rompiendo hasta los lazos más fuertes.

Es urgente y necesario hacer lo que los huitotos y muinanes recomiendan en la selva del Amazonas: “Sálgase del pequeño mundo, elévese sobre todo, vea su vida desde arriba. Contemple la totalidad: en ese momento se disuelven las cosas de la mente, es una visión más real, más general; solo el ser mira, la mente solamente puede ver lo pequeño”.

Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©

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