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viernes, 10 de junio de 2016

La ciencia y la espiritualidad caminarán de la mano




Con cada día que pasa, los términos de la ciencia moderna “se parecen” cada vez más a las enseñanzas espirituales. Por ejemplo, las 12 partículas subatómicas se parecen mucho a los 12 números mayas primordiales, los 12 conceptos de la creación.

Cuando estábamos en el colegio, nos enseñaron que el átomo estaba compuesto de tres elementos: los protones, los neutrones y los electrones. En las escuelas de hoy, esta teoría cambió, ya no son tres, sino 12. Todos esos quarks y muones de la física coinciden de manera extraordinaria con los números mayas y con sus simbologías.

También las simbologías de los persas con fuerzas descubiertas, que por ahora son cuatro, faltan dos por descubrir para completar las seis; los seis lenguajes del universo a los que se refieren los libros sagrados.

Una teoría que se acerca aun más a las ciencias del alma es la “teoría de cuerdas”, también conocida como “Teoría M”. En ella se manifiesta que los electrones, que creíamos que eran un puntos que giraban alrededor de un núcleo, realmente no son puntos sino hilos o una cuerdas y, dependiendo de cómo vibre esa cuerda, así se define la materia.

Si observamos los conocimientos que dejaron los mayas en Chichen Itzá, lo que dicen las tribus indígenas de los navajos, los apaches y los comanches en Norteamérica, y recopilamos varias historias dravídicas de India, nos damos cuenta de que todas dicen que el universo es una ilusión que se compone de esferas infinitas. Cada una de estas esferas es un mundo y cada una camina y deja un rastro; un rastro como un hilo, siempre en espiral, que nunca desaparece y que se mueve en distintas formas. Estos movimientos son la memoria que, como el alma, es eterna.

La teoría de cuerdas, y sus vibraciones, son muy parecidas a los hilos de luz de los navajos, son hilos que están en el sueño del espacio y que son música y color. Es curioso: en la actualidad, vemos cómo muchos científicos utilizan los mismos recursos de los antiguos para explicar las teorías modernas, con la diferencia de que los antiguos eran mucho más avanzados.

En este momento, nos encontramos como observadores, viendo cómo la ciencia y la espiritualidad corren en paralelo, y viendo, cada vez más claramente, que al final sus caminos se cruzarán, se unirán, para así volverse un solo concepto, un solo conocimiento.

Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©

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