Writen by
Hilda Strauss
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Existe en
Egipto un gran número de barcas o construcciones de similar estructura que son
todo un misterio para los científicos y que han sido catalogadas como “enigmas”
sin explicación aparente. A la fecha, nadie ha podido realmente explicar la
función de estas barcas, grandes y pequeñas, que han sido encontradas en
templos y terraplenes, o enterradas, y que no tienen rastro alguno de haber
navegado por agua.
El punto de
curiosidad radica en estas características particulares: su construcción es
fuerte y reforzada, diseñada para aguantar peso, su decoración es bellísima y
detallada, en frescos, tallas y en remates. Todas están diseñadas para tener
las más altas comodidades: sillas, almohadones, esterillas, tablillas de mesa,
toldos, columnatas y compuertas para bajar y subir. En estas, como en la
construcción en general, no se observa la preocupación por sellar con gomas o
con algún elemento las rendijas, con el fin de que la nave fuera impermeable,
inclusive, para los egiptólogos es más que obvio que si depositaran en el agua se
hundirían inmediatamente.
A pesar de
esto, la observación e investigación realizada a estas naves afirma que fueron
altamente utilizadas, que personas subieron y bajaron de ellas miles de veces, pero
también se afirma que ninguna fue utilizada en el agua.
Es entonces
que nos preguntamos ¿por qué se construyeron barcos que no podían navegar y
para qué?, ¿por qué las comodidades?, ¿por qué tanta decoración y tanto adorno?,
¿por qué usaban naves de madera que no podían ver el agua?
La respuesta
a estos cuestionamientos está cerca de las pirámides y es una respuesta lógica,
aunque increíble. Muy cerca de las pirámides se encuentran los famosos huecos
de las naves, huecos escalonados de tierra, algunos recubiertos de piedra
caliza, otros en tierra limpia o tapados de arena. Algunos de estos contienen
una nave que está encajada de manera extraordinariamente perfecta.
Los expertos
estipulan que deben ser una necrópolis naval, es decir, una tumba para navíos,
pero las evidencias contradicen esta teoría, ya que existen rastros claros de que
la nave entró y salió de su hueco cientos de veces, pero no salió arrastrada; salió
hacia arriba.
Muchos
expertos han tildado estos descubrimientos como “enigmas”, pero aquellos que
tienen la mente abierta a otras explicaciones se cuestionan: si los egipcios
tenían tecnología para alivianar, levantar y ablandar la piedra, ¿por qué no
usar esa ventaja de tecnología “importada” para transportarse?
En ese
momento todo encaja y todo tiene sentido… los huecos, las naves, lo adornos, el
uso. No es entonces difícil pensar en que si existen tecnologías que pueden
atravesar extraordinarias distancias en segundos, ¿por qué no podría aplicarse su
conocimiento para mover objetos y personas, y usarse como un medio de
transporte?
Una figura
importantísima del Antiguo Egipto fue Imhotep, un gran sabio de esta
civilización que dejó una historia rodeada de misterio. En el templo de Edfu,
en uno de los zócalos podemos leer que Imhotep fue una especie de ángel que
llegó en un rayo de luz desde el cielo para asistir al gran maestro del consejo
de Ibis.
Fue un ser
maravilloso y, de hecho, era tal su fama como mago, que para los griegos era un
Dios. Tenía el don espontáneo de la sanación, era médico, escriba, el mayor arquitecto
que conociera Egipto. Era, además, escultor y “ablandador de piedra”, experto
en astronomía, con conocimientos de un anciano de 400 años, pero su apariencia
siempre fue de un muchacho de 22. Su cabeza era enorme, su cuerpo
proporcionado, muy delgado y sus ojos eran grandes y negros, el color de su
piel era bronce, oro y blanquecino.
Un ser excepcional
que realizó un sinnúmero de maravillas y que, al igual que las barcas
flotantes, nos dan mucho en que pensar.
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