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jueves, 30 de junio de 2016

Acerca del Espíritu Santo




Hablar acerca del Espíritu Santo es complicado, pues existen innumerables interpretaciones de los distintos dogmas de fe, muy respetables, que siempre recogen una parte de la verdad y del simbolismo real.

Cuando hablamos del origen de los dogmas y de los nombres sagrados, encontramos que, entre judíos, hindúes, orientales, culturas escandinavas y mayas, hay muchas coincidencias. En todos, el Espíritu de Dios es incomprensible, eterno, infinito, fuera de los límites de la mente; es el ser del universo que es absoluto, inefable, increado; Él es el Padre Eterno que existe en cada rincón del cosmos, en el espacio negro, en la profundidad infinita de aquello que nosotros, como seres finitos y limitados, no podemos comprender.

Ahora bien, cuando el espíritu de Dios resuelve manifestarse, nos encontramos con soles y estrellas; energía manifestada en materia. Dios crea la ilusión de las formas cambiantes y finitas. Esto lo conocen los hindúes como Maya, que también está asociada a la Divina Madre. Igual pasa en el judaísmo, en las creencias mayas y de los muinaines amazónicos. Las religiones modernas también plantean algo parecido: el concepto del sagrado espíritu de Dios manifestado se asocia bajo la figura del Espíritu Santo. Es difícil tocar este tema en el cristianismo, ya que la figura femenina es secundaria, por una cuestión kármica.

La figura conceptual del Espíritu Santo es, por tanto, asociada con María, Maya, Isis, Isoberta, Tonantzín, Jerofaicoi, Istar o Astarté, y miles y miles de denominaciones alrededor del mundo. Por otra parte, cuando nos acercamos a un concepto más profundo, vemos cómo se asocia el Espíritu Santo con las energías, con la figura sagrada femenina y con el Nombre Sagrado de la Madre, inclusive, de la Madre Tierra de Gea, Gaia, Rea, Ramio, Gaira o Madre Mar.

Los vedas y los hebreos hablan perfectamente de que el cosmos infinito se repite en el hombre como microcosmos. El Padre es el ser que está en el corazón, el Espíritu Santo está en su energía santificada, que involucra también a su energía sexual, a su shakti, y el hijo es el proceso de cristificación que encarnara Cristo Nuestro Señor, Buda y el Cristo viviente de la India: Babaji. En el cosmos, el Padre es el espacio absoluto, el Espíritu Santo es la forma visible, Radarani, la Madre Eterna, y el hijo es el ser manifestado plenamente en el mundo físico, en las encarnaciones divinas de los avatares, de los hierofantes, de los seres de luz crísticos y búdicos de las grandes corrientes espirituales de la humanidad.



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